GREC 1

3AV Lectura-Iris Marin 1Bach

Mitos

62. Leda.
Algunos dicen que cuando Zeus se enamoró de Némesis, ella huyó de él arrojándose al agua y se convirtió en pez, y que él la persiguió transformado en castor y surcando las olas. Ella saltó
a tierra y se transformó en diversas fieras, pero no pudo zafarse de Zeus, porque éste tomaba la forma de animales todavía más feroces y rápidos.
Némesis sacudió sus plumas resignadamente y fue a Esparta, donde Leda, esposa del rey Tindáreo, encontró poco después en un pantano un huevo de color de jacinto que llevó a su casa y ocultó en un cofre; de ese huevo salió Helena de Troya.
Otros dicen que Zeus, simulando que era un cisne perseguido por un águila, se refugió en el seno de Némesis y la violó, y que,cuando transcurrió el tiempo debido, ella puso un huevo que
Hermes arrojó entre los muslos de Leda cuando estaba sentada en un taburete con las piernas abiertas. Así Leda dio a luz a Helena y Zeus colocó las imágenes del Cisne y el Águila en el firmamento para conmemorar ese ardid.
Sin embargo, el relato más común es que fue con Leda misma con quien se ayuntó Zeus en la forma de un cisne junto al río Eurotas; que ella puso un huevo del que salieron Helena, Castor y Pólux; y que en consecuencia se la deificó como la diosa Némesis. El marido de Leda, Tindáreo, también se había acostado con ella esa misma noche, algunos dicen que los tres eran hijos de Zeus y también Clitemnestra, quien había salido con Helena, de un segundo huevo y otros dicen que solamente Helena era hija de Zeus y que Castor y Pólux eran hijos de Tindáreo; algunos más dicen que Castor y Clitemnestra eran hijos de Tindáreo, en tanto que Helena y Pólux eran hijos de Zeus.

63. Ixión.
Ixión, hijo de Flegias, el rey lapita, convino en casarse con Día, hija de Deyoneo, le prometió ricos regalos de boda e invitó a Deyoneo a un banquete, pero preparó delante del palacio una trampa con un gran fuego de carbón vegetal debajo, y el confiando Deyoneo cayó en ella y se quemó.
Aunque los dioses menos importantes lo consideraron una acción nefanda y se negaron a purificar a Ixión, Zeus, que obraba igualmente mal cuando se enamoraba, no sólo le purificó, sino que además lo llevó a comer en su mesa.
Ixión era desagradecido y se propuso seducir a Hera, a quien, según suponía, le agradaría tener la oportunidad de vengarse de Zeus por sus frecuentes infidelidades. Zeus le dio a una nube la forma de una falsa Hera. Zeus le sorprendió in fragranti y ordenó a Hermes que lo azotase sin piedad hasta que repitiese las palabras: «Los benefactores merecen ser honrados», y luego lo ató a una rueda ardiente que gira sin cesar por el firmamento.
La falsa Hera, llamada luego Neféle, dio a Ixión como hijo el proscrito niño Centauro, del que se dice que cuando llegó a la edad viril engendró caballos-centauros con yeguas magnesias, de los cuales el más célebre fue el docto Quirón.

64. Endimión.
Endimión era el hermoso hijo de Zeus y de la ninfa Cálice, eolio por la raza aunque de origen cario, que expulsó a Climeno del reino de Elide. Su esposa, conocida con muchos nombres diferentes, como Ifianasa, Hiperipa, Cromia y Neis, le dio cuatro hijos; también tuvo cincuenta hijas con Selene, quien se había enamorado de él desesperadamente.
Endimión dormía una noche en una cueva del monte Latines cuando Selene lo vio por primera vez, se acostó a su lado y le besó suavemente en los ojos cerrados. Más tarde, según dicen algunos, volvió a la misma cueva y cayó en un sueño sin sueños. Este sueño, del cual nunca iba despertar, le vino o bien a propia petición, porque aborrecía la aproximación de la vejez, o bien porque Zeus sospechaba que intrigaba con Hera, o bien porque Selene descubrió que prefería besarle suavemente antes que ser objeto de su pasión demasiado fértil.
Uno de sus hijos vencidos, Etolo, intervino posteriormente en una carrera de carros con motivo de los juegos fúnebres de Azán, hijo de Árcade, la primera que se celebró en Grecia. Como los espectadores no sabían que debían apartarse de la pista, el carro de Etolo atropello accidentalmente a Apis, hija de Foroneo, y causándole heridas mortales.

65. Pigmalión y Galatea.
Pigmalión, hijo de Belo, se enamoró de Afrodita, y, como ella no quiso yacer con él, hizo una imagen de marfil de ella y la acostó en su cama suplicándole que se compadeciera de él. Afrodita le dio vida como Galatea, la que dio a Pigmalión dos hijos: Pafo y Metarme. Pafo, el sucesor de Pigmalión, fue el padre de Cíniras, quien fundó la ciudad chipriota de Pafos y construyó allí un templo famoso dedicado a Afrodita.

66. Éaco.
El dios fluvial Asopo al que algunos llaman hijo de Océano y Tetis, otros de Posidón y Pero y otros más de Zeus y Eurínome se casó con Metope, hija del río Ladón, la cual le dio dos hijos y doce o veinte hijas.
Varias de éstas fueron raptadas y violadas en diversas ocasiones por Zeus, Posidón o Apolo, y cuando Egina, la más joven de ellas, hermana melliza de Tebe y una de las víctimas de Zeus, también desapareció, Asopo salió a buscarla. Zeus, que estaba desarmado, huyó ignominiosamente a través del bosque y, cuando ya no podía verle, se transformó en una roca hasta que hubo pasado Asopo; inmediatamente después volvió furtivamente al Olimpo y desde la seguridad de sus murallas le arrojó rayos.
Habiéndose librado así del padre de Egina, Zeus la llevó en secreto a la isla llamada luego Enone o Enopia, donde se acostó con ella en la forma de un águila, o de una llama, y los cupidos revoloteaban sobre su cama administrando los dones del amor. Hera descubrió que Egina había dado a Zeus un hijo llamado Éaco, y, furiosa, resolvió exterminar a todos los habitantes de Enone, de la que era ahora rey. Introdujo en uno de sus arroyos una serpiente que ensució el agua y puso millares de huevos, de modo que una multitud de serpiente empezó a deslizarse y a retorcerse por los campos
introduciéndose en todos los otros arroyos y ríos.
Las apelaciones a Zeus eran inútiles; los suplicantes extenuados y sus animales para el sacrificio caían muertos ante sus mismos altares, hasta que apenas quedó viva una sola criatura de sangre caliente.

67. Sisifo.
Sísifo, hijo de Éolo, se casó con la hija de Atlante llamada Mérope, la Pléyade, quien le dio como hijos a Glauco, Ornitión y Sinón, y poseía un excelente rebaño de vacas en el istmo de Corinto.
Cerca de él vivía Autólico, hijo de Quíone, cuyo hermano mellizo Filammón fue engendrado por Apolo, aunque el propio Autólico consideraba como su padre a Hermes.
Ahora bien, Autólico era un experto en el robo, pues Hermes le había dado el poder de metamorfosear a cualquier animal que robaba quitándole los cuernos, o cambiándolo de negro en blanco, y viceversa. Esa noche Autólico procedió como de costumbre y al amanecer las huellas de los cascos a lo largo del camino proporcionaron a Sísifo una prueba suficiente para llamar a sus vecinos como testigos del robo. Fue al establo de Autólico, reconoció los animales robados por los cascos marcados, y, dejando a sus testigos para reconvenir al ladrón, entró en la casa y mientras seguía la discusión sedujo a Antíclea, hija de Autólico y esposa del argivo Laertes.

68. Salmoneo y Tiro.
Salmoneo, hijo, o nieto, de Éolo y Enáreta, reinó durante un tiempo en Tesalia antes de conducir una colonia eolia a los confines orientales de Elide, donde construyó la ciudad de Salmone, cerca de la fuente del río Enipeo, un tributario del Alfeo.
Algunas de ellas, al caer, quemaban a sus, infortunados súbditos, de quienes se esperaba que las tomaran por rayos. Un buen día Zeus castigó a Salmoneo lanzándole un verdadero rayo, que no sólo los destruyó a él y al carro, sino que además incendió toda la ciudad.
Alcídice, la esposa de Salmoneo, había muerto muchos años antes al dar a luz una hermosa hija llamada Tiro, que quedó a cargo de su madrastra Sidero, y la trataban con mucha crueldad por considerarla la causa de la expulsión de la familia de Tesalia, pues había dado muerte a los dos hijos que tuvo con su malvado tío Sísifo.
Posidón decidió aprovechar esa situación ridícula. Se disfrazó de dios del Río e invitó a Tiro a unirse con él en la confluencia del Enipeo y el Alfeo, y allí la sumió en un sueño mágico, mientras una ola negra se alzaba como una montaña y ondulaba la cresta para ocultar su bribonada.

69. Alcestis.
Alcestis, la más bella de las hijas de Pelias, fue solicitada en matrimonio por muchos reyes y príncipes. Como no quería poner en peligro su posición política rechazando a cualquiera de ellos y
viendo, al mismo tiempo, que era claramente imposible satisfacer a más de uno, Pelias hizo saber que casaría a Alcestis con el hombre que lograra uncir un jabalí y un león a su carro y conducirlos
alrededor del estadio.
No se sabe por qué Admeto omitió el acostumbrado sacrificio a Artemis antes de casarse con Alcestis, pero la diosa se apresuró a castigarle.
Ese día fatídico llegó más pronto de lo que esperaba Admeto. Hermes se introdujo en el palacio una mañana y le citó para el Tártaro. Se produjo una consternación general, pero Apolo gano un poco de tiempo para Admeto emborrachando a las Tres Parcas, y así aplazó el corte fatal del hilo de su vida.
Pero ellos se negaron rotundamente, alegando que la vida les placía mucho todavía y que él debía conformarse con su suerte, como hacía todo el mundo.
Entonces, por amor a Admeto, Alcestis se envenenó y su alma descendió al Tártaro, pero Perséfone consideró que estaba mal que una esposa muriese en vez de su marido.
Algunos refieren las cosas de un modo diferente. Dicen que Hades fue personalmente en busca de Admeto y que, cuando éste huyó, Alcestis se ofreció voluntariamente a ocupar su lugar, pero
Heracles se presentó inesperadamente con una nueva clava de acebuche y la salvó.

70. Atamante.
El eolio Atamante, hermano de Sísifo y de Salmoneo, gobernó en Beocia. Por orden de Hera se casó con Néfele, un fantasma que creó Zeus a semejanza de la diosa con el que deseaba engañar al lapita Ixión y que ahora vagaba desconsoladamente por las salas del Olimpo.
Cuando se enteró por los sirvientes del palacio de la existencia de su rival, Néfele volvió furiosa al Olimpo y se quejó a Hera de que la habían agraviado. Hera le dio la razón y prometió solemnemente.
Néfele volvió inmediatamente al monte Lafistio, donde anunció públicamente la promesa de Hera y pidió la muerte de Atamante. Pero los hombres de Beocia, que temían a Atamante más que a Hera, no escucharon a Néfele, y las mujeres de Beocia eran devotas de Ino, quien las indujo a que tostaran el trigo para sembrar sin que lo supieran sus maridos y así se perdiera la cosecha. Ino preveía que cuando llegara el momento de que germinara el grano y no apareciera ningún tallo, Atamante enviaría emisarios al oráculo de Delfos para preguntar qué andaba mal.

71. Las yeguas de Glauco.
Glauco, hijo de Sísifo y Mérope y padre de Belerofontes vivía en Potnias, cerca de Tebas, donde menospreciando el poder de Afrodita, no permitió que sus yeguas criasen. De ese modo esperaba hacerlas más briosas que otras competidoras en las carreras de carros, que constituían su interés principal. Pero Afrodita se sintió ofendida y se quejó a Zeus de que Glauco había llegado a alimentar a las yeguas con carné humana. Cuando Zeus le permitió hacer lo que deseara contra Glauco, ella llevó a las yeguas una noche a que bebieran de un pozo que le estaba consagrado y pacieran una hierba llamada hipomanes que crecía en su boca.
El ánima de Glauco, llamada Taraxipo, o Excita-caballos, todavía frecuenta el Istmo de Corinto, donde su padre Sísifo le enseñó por primera vez el arte del auriga, y se deleita asustando a los caballos en los Juegos ístmicos, causando así muchas muertes. Otro asustador de caballos es el espectro de Mirtilo, a quien mató Pélope.

72. Melampo.
El minia Melampo, nieto de Creteo, vivía en Pilos, Mesenia, y fue el primer mortal al que se concedieron los dones proféticos, el primero que practicó la medicina, el primero que edificó templos a Dioniso en Grecia y el primero que mezcló el vino con agua.
Su hermano Biante, por quien sentía gran afecto, se enamoró de su prima Pero, y eran tantos los pretendientes a su mano que su padre Neleo la prometió al hombre que pudiera ahuyentar de Milacas el ganado del rey Fílaco.
Ahora bien, Melampo entendía el lenguaje de las aves, pues le había limpiado los oídos, lamiéndoselos, una carnada agradecida de serpientes jóvenes a las que había librado de la muerte a
manos de sus sirvientes y los cadáveres de cuyos padres había enterrado piadosamente. Además, Apolo, con quien se encontró un día en las orillas del río Alfeo, le enseñó a profetizar examinando las entrañas de las víctimas sacrificadas. Así fue cómo supo que quienquiera que tratase de robar el ganado de Fílaco lo recibiría como obsequio, pero sólo después de haber estado encarcelado durante exactamente un año.

73. Perseo.
Abante, rey de Argólide y nieto de Dánao, era un guerrero tan famoso que después de su muerte bastaba con exhibir su escudo para que huyeran los que se rebelaban contra la Casa real. Se casó con Aglaye, a cuyos hijos mellizos, Preto y Acrisio, legó el reino, y les ordenó que gobernaran alternadamente. Su disputa, que comenzó en las entrañas maternas, se hizo más enconada que nunca cuando Preto yació con Dánae, la hija de Acrisio, y apenas logró escapar con vida.
Siete cíclopes gigantescos, llamados Gasteroquiros porque se ganaban la vida como albañiles, acompañaron a Preto desde Licia y fortificaron Tirinto con gruesas murallas, utilizando bloques de piedra tan grandes que ni un tiro de mulas hubiera podido mover la menor de ellas.

74. Los mellizos rivales.
Cuando la línea masculina de la Casa de Policaón desapareció tras cinco generaciones, los mesenios invitaron a Perieres, el hijo de Eolo, para que fuera su rey, y él se casó con Gorgófone, la hija de Perseo. Ella le sobrevivió y fue la primera viuda que volvió a casarse; su nuevo marido fue el espartano Ébalo.
Afareo y Leucipo eran hijos de Gorgófone y Perieres, en tanto que Tindáreo e Ícaro eran fruto de su matrimonio con Ébalo.
Entretanto, su hermanastro Afareo había sucedido a Perieres en el trono de Mesene, donde Leucipo de quien, según dicen los mesemos, tomó su nombre la ciudad de Leuctra actuaba como co-rey y gozaba de poderes menos importantes. Afareo se casó con su hermanastra Arene, con quien tuvo por hijos a Idas y Linceo; aunque Idas era, en verdad, hijo de Posidón.
Los Dioscuros, que nunca se separaban el uno del otro en aventura alguna, llegaron a ser el orgullo de Esparta. Castor era famoso como soldado y domador de caballos, y Pólux como el mejor púgil de su época; ambos ganaron premios en los Juegos Olímpicos.

75. Belerofonte.
Belerofonte, hijo de Glauco y nieto de Sísifo, salió de Corinto caído en desgracia después de matar a un tal Belero que le valió su apodo de Belerofonte, abreviado en Belerofón y luego a su propio hermano, llamado habitualmente Delíades.
Yóbates, igualmente renuente a maltratar a un huésped regio, pidió a Belerofonte que le hiciera el servicio de dar muerte a la Quimera, monstruo femenino que arrojaba fuego y tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente. «Es le explicó una hija de Equidna, a la que mi enemigo, el rey de Caria, ha convertido en su perrito faldero».
Pegaso estaba ausente del Helicón, pero Belerofonte lo encontró bebiendo en Pirene, en la acrópolis de Corinto, otro de sus pozos, y arrojó sobre su cabeza una brida de oro que muy oportunamente le había regalado Atenea. Pero algunos dicen que Atenea dio a Belerofonte el caballo ya embridado; y otros que Posidón, que era realmente el padre de Belerofonte, fue quien lo hizo.

76. Antiope.
Algunos dicen que cuando Zeus sedujo a Antíope, hija de Nicteo el tebano, ella huyó al palacio del rey de Sición, quien accedió a casarse con ella, y eso ocasionó una guerra en la que murió Nicteo. Lico, el tío de Antíope, venció poco después a los sicionios en una batalla sangrienta y llevó a Antíope, ya viuda, de vuelta a Tebas. Después de dar a luz en un soto situado junto al camino a los mellizos Anfión y Zeto, a los que Lico abandonó
inmediatamente en el monte Citerón, fue maltratad cruelmente

durante muchos años por su tía Dirce.
Otros dicen que el río Asopo era el padre de Antíope y que una noche el rey de Sición se disfrazó de Lico, con quien ella estaba casada, y la sedujo. Como consecuencia Lico se divorció de Antíope y se casó con Dirce, dejando a sí a Zeus en libertad para cortejar a la solitaria Antíope y dejarla encinta.
Anfión y Zeto fueron a Tebas, donde expulsaron al rey Layo y edificaron las ciudad baja. Cadmo había construido ya la alta. Ahora bien, Zeto se burlaba con frecuencia de Anfión por su afición a la lira que le había dado Hermes. «Te distrae le decía del trabajo útil.» Pero cuando se hicieron albañiles, las piedras de Anfión se movían al son de su lira y se colocaban suavemente en su lugar en tanto que Zeto se veía obligado a emplear la fuerza y se rezagaba mucho en comparación con su hermano. Los mellizos gobernaron conjuntamente en Tebas, donde Zeto se casó con Tebas, cuyo nombre lleva ahora la ciudad, que anteriormente se llamaba Cadmea; y Anfión se casó con Níobe.

77. Niobe.
Níobe, hermana de Pélope, se había casado con Anfión, rey de Tebas, al que dio siete hijos y siete hijas, de los que estaba tan desmedidamente orgullosa que un día menospreció a la propia Leto por tener sólo dos hijos: Apolo y Ártemis. Manto, la hija profetisa de Tiresias, oyó por casualidad esa declaración temeraria y aconsejó a las tebanas que aplacasen a Leto y sus hijos inmediatamente quemando incienso y adornándose el cabello con ramas de laurel.
Abandonando el sacrificio, las tebanas aterrorizadas trataron de aplacar a Leto murmurando plegarias, pero era ya demasiado tarde. Leto había enviado ya a Apolo y Artemis, armados con ar-
cos, para que castigaran la presunción de Níobe. Apolo encontró a los niños cazando en el monte Citerón y les dio muerte uno por uno, perdonando únicamente a Amidas, quien había ofrecido prudentemente una plegaria propiciatoria a Leto, Artemis encontró a las muchachas hilando en el palacio y con una lluvia de flechas las mató a todas, excepto a Melibea, que había seguido el ejemplo de Amiclas.
Durante nueve días y nueve noches Níobe lloró a sus muertos y no encontró a nadie que los enterrara, porque Zeus, poniéndose de parte de Leto, había convertido a todos los tebanos en piedras. El décimo día los olímpicos mismos se dignaron dirigir el funeral.
Todos los hombres guardaron luto por Anfión y lamentaron la extinción de su estirpe, pero nadie guardó luto por Níobe, excepto su hermano Pélope, tan orgulloso como ella.

78. Cenide y Ceneo.
Posidón yació en una ocasión con la ninfa Cénide, hija del magnesio Élato o, según dicen algunos, del lapita Corono, y le dijo que pidiera un regalo de amor. Transfórmame contestó ella en un guerrero invulnerable. Estoy cansada de ser mujer.
Enterado Zeus del engreimiento de Ceneo, instigó a los Centauros, a que realizaran un asesinato. Durante la boda de Pirítoo la atacaron súbitamente, pero a Ceneo no le fue difícil matar a cinco o seis de ellos sin recibir la menor herida, porque las armas de los Centauros rebotaban sin hacerle daño en su piel encantada. Sin embargo, los Centauros que quedaban le golpearon en la cabeza con palos de abeto, hasta que la hundieron bajo la tierra, amontonando luego sobre ella una pila de palos.

79. Erigone.
Aunque Éneo fue el primer mortal al que Dioniso dio una vid, Icario se le anticipó en hacer vino. Ofreció una muestra del que había hecho como prueba a un grupo de pastores en el bosque de Maratón al pie del monte Pentélico, y los pastores, que no lo mezclaron con agua como más tarde aconsejó Enopión, se emborracharon de tal modo que lo veían todo doble, se creyeron hechizados y dieron muerte a Icario.
La imagen del perro Mera fue puesta en el firmamento y se convirtió en el Can Menor; en consecuencia, algunos identifican a Icario con Bootes y a Erígone con la constelación de Virgo.

80. El jabalí de  Calidón.
Éneo, rey de Calidonia en la Etolia, se casó con Altea. Ella le dio en primer lugar a Toxeo, a quien Éneo mató con sus propias manos por haber saltado groseramente por encima del foso excavado para defensa de la ciudad. Luego le dio a Meleagro, de quien se dice que era en realidad hijo de Ares.
Meleagro creció y llegó a ser un guerrero audaz e invulnerable y el mejor lanzador de venablos de Grecia, como lo demostró en los juegos fúnebres de Acasto. Habría podido seguir viviendo de no haber sido por una indiscreción que cometió Éneo, quien, un verano, se olvidó de incluir a Artemis en sus sacrificios anuales a los doce dioses del Olimpo.
Muchos respondieron a su invitación, entre ellos Castor y Pólux de Esparta, Idas y Linceo de Mesena, Teseo de Atenas y Pirítoo de Larisa, Jasón de Yolco y Admeto de Feras, Néstor de Pilos, Peleo y Euritión de Ftia, Ificles de Tebas, Anfiarao de Argos, Telamón de Salamis, Ceneo de Magnesia y finalmente Anceo y Cefeo de Arcadia, seguidos por su compatriota, la casta Atalanta de pies rápidos, hija única de Yaso y Clímene.
Éneo agasajó regiamente a los cazadores durante nueve días; y aunque Anceo y Cefeo se negaron al principio a cazar en compañía de una mujer, Meleagro declaró, en nombre de Éneo, que a menos que retirasen su objeción cancelaría por completo la cacería. La verdad era que Meleagro se había casado con Cleopatra, la hija de Idas, pero ahora se había enamorado repentinamente de Atalanta y deseaba congraciarse con ella.
Anfiarao y Atalanta estaban armados con arcos y flechas; y los otros con jabalinas, venablos y hachas, y todos se sentían tan ansiosos de conseguir la piel que descuidaron la disciplina propia
de la caza. Por indicación de Meleagro avanzaron desplegados en media luna, con algunos pasos de intervalo, a través del bosque donde tenía su guarida el jabalí.

81. Telamón y Peleo.
La madre de los dos hijos mayores de Éaco, Telamón y Peleo, era Endéis, hija de Escirón. Foco, el más joven, era hijo de la nereida Psámate, que se había transformado en una foca cuando trató inútilmente de eludir los abrazos de Éaco. Todos ellos vivían juntos en la isla de Egina.
Foco era el favorito de Éaco, y su excelencia en los juegos atléticos provocaba unos celos furiosos en Telamón y Peleo. En consecuencia y para que hubiera paz, condujo un grupo de emigrantes eginetas a Fócide, donde otro Foco, hijo del corinto Ornitión, había colonizado ya las inmediaciones de Titorea y Belfos, y con el tiempo sus hijos extendieron el estado de Fócide hasta sus límites actuales. Un día Éaco hizo llamar a Foco quizá con el propósito de legarle el reino isleño, pero, instigados por su madre, Telamón y Peleo conspiraron para matarlo a su regreso.
Telamón se refugió en la isla de Salamina, donde reinaba Cicreo, y envió a su padre un mensajero negando su intervención en el asesinato. Éaco, en respuesta, le prohibió que volviera a poner los pies en Egina, aunque le permitió que defendiera su causa desde el mar. En vez de quedarse gritando en la oscilante cubierta de su barco, anclado detrás de las rompientes, Telamón navegó una noche hasta el que ahora se llama Puerto Secreto, entró en él y envió a tierra albañiles para que construyeran un malecón que le serviría de tribuna; los albañiles terminaron su trabajo antes del amanecer, y todavía se puede ver su obra.

82. Aristeo.
Hipseo, un rey supremo de los lapitas, hijo de la náyade Creúsa y el dios fluvial Peneo, se casó con Clidánope, otra náyade, y tuvo con ella una hija, Cirene. Cirene despreciaba el hilado, el tejido y otros trabajos domésticos parecidos, y en cambio prefería cazar fieras en el monte Pelión durante todo el día y la mitad de la noche, dando como explicación que los rebaños y vacadas de su padre necesitaban protección.
Quirón profetizó además que Apolo llevaría a Cirene allende el mar al jardín más fértil de Zeus y la haría reina de una gran ciudad, después de reunir a una población isleña alrededor de una colina que se elevaba en una llanura. Recibida por Libia en un palacio de oro, conquistaría un reino igualmente beneficioso para los cazadores y los agricultores y allí daría un hijo a Apolo.

83. Midas.
Midas, hijo de la Gran Diosa del Ida y de un sátiro cuyo nombre no se recuerda, era un rey amante de los placeres de Bromio, en la Macedonia, donde gobernaba a los brigios (llamados también mosquios) y tenía sus célebres jardines de rosas.
Un día, el libertino y viejo sátiro Sueno, que había sido pedagogo de Dioniso, se extravió del cuerpo principal del bullicioso ejército de Dioniso cuando éste pasaba de Tracia a Beocia y lo encontraron durmiendo su borrachera en los jardines de rosas.

84. Cleobis y Bitón.
Cleobis y Bitón, dos jóvenes argivos, eran hijos de la sacerdotisa de Hera en Argos. Cuando llegó el momento de que ella realizase los ritos de la diosa y los bueyes blancos que debían tirar de su carro sagrado no habían vuelto todavía de la dehesa, Cleobis y Bitón se uncieron al carro y lo arrastraron al templo, que estaba a una distancia de casi cinco millas.
Un don análogo se concedió a Agamedes y Trofonio, hijos de Argino. Estos mellizos habían construido un umbral de piedra sobre cimientos colocados por Apolo mismo para su templo de Delfos.

85. Narciso.
Narciso era tespio, hijo de la ninfa azul Liríope, a la que el dios fluvial Cefiso había rodeado en una ocasión con las vueltas de su corriente y luego violado. El adivino Tiresias le dijo a Liríope, la primera persona que consultó con él: «Narciso vivirá hasta ser muy viejo con tal que nunca se conozca a sí mismo.»
Entre esos amantes se hallaba la ninfa Eco, quien ya no podía utilizar su voz sino para repetir tontamente los gritos ajenos, lo que constituía un castigo por haber entretenido a Hera con largos relatos mientras las concubinas de Zeus, las ninfas de la montaña, eludían su mirada celosa y hacían su escapatoria.
Un día Narciso envió una espada a Aminias, uno de sus pretendientes más insistentes, y cuyo nombre lleva el río Aminias, tributario del río Helisón, que desemboca en el Alfeo. Aminias se mató en el umbral de Narciso pidiendo a los dioses que vengaran su muerte.
Ártemis oyó la súplica e hizo que Narciso se enamorase, pero sin que pudiera consumar su amor. En Donacón, Tespia, llegó a un arroyo, claro como si fuera de plata y que nunca alteraban el
ganado, las aves, las fieras, ni siquiera las ramas que caían de los árboles que le daban sombra, y cuando se tendió, exhausto, en su orilla herbosa para aliviar su sed, se enamoró de su propio reflejo.

86. Fílide y Caria.
Fílide, princesa de Tracia, estaba enamorada de Acamante, hijo de Teseo que había ido a combatir en Troya. Cuando cayó Troya y volvió la flota ateniense, Fílide hizo frecuentes visitas a la costa con la esperanza de ver su barco, pero éste se demoró a causa de una vía de agua y ella murió de pesar después de su novena visita inútil en un lugar llamado Eneodos.
Y Caria, hija de un rey de Laconia, era amada por Dioniso,pero murió repentinamente en Caria y él la metamorfoseó en un nogal. Ártemis llevó la noticia a los laconios, quienes inmediatamente erigieron un templo a Ártemis Cariatis, de la que reciben su nombre las Cariátides, estatuas femeninas empleadas como columnas.

87. Arión.
Arión de Lesbos, hijo de Posidón y de la ninfa Onee, era un maestro de la lira e inventó el ditirambo en honor de Dioniso. Un día su patrón Periandro, tirano de Corinto, le dio a regañadientes permiso para visitar Ténaro en Sicilia, donde le habían invitado a competir en un festival musical.
Pero su canción había atraído a un cardumen de delfines amantes de la música, uno de los cuales tomó a Arión en su lomo, y esa noche adelantó al barco y llegó al puerto de Corinto varios días antes de que anclase allí. Periandro se alegró muchísimo al enterarse de aquella salvación milagrosa, y el delfín, renuente a separarse de Arión, insistió en acompañarle a la corte, donde no tardó en morir a consecuencia de una vida de lujo.
No fue Arión el primer hombre salvado por un delfín. Otro delfín salvó a Énalo cuando se arrojó al mar para unirse a su amada Finéis, quien, de acuerdo con un oráculo, había sido elegida echando suertes y arrojada al mar para aplacar a Afrodita pues ésta era la expedición que los hijos de Pentilo conducían a Lesbos para colonizar por primera vez la isla y la hembra del delfín salvó a Finéis.

88.  Minos y sus hermanos.
Cuando Zeus abandonó a Europa, después de haber engendrado con ella a Minos, Radamantis y Sarpedón en Creta, ella se casó con Asterio, el rey reinante, cuyo Téctamo, hijo de Doro, había llevado una colonia mixta de eolios y pelasgos a la isla y allí se casó con una hija del eolio Creteo.
Corno este matrimonio no tuvo hijos, Asterio adoptó a Minos, Radamantis y Sarpedón y los nombró sus herederos. Pero cuando los hermanos llegaron a la edad viril se pelearon por el amor de un hermoso muchacho llamado Mileto, hijo de Apolo y la ninfa Aria, a la qué algunos llaman Deyone y otros Teia.

89. Los amores de Minos.
Minos yació con la ninfa Paría, cuyos hijos colonizaron Paros y luego fueron muertos por Heracles; también con Androgenea, madre de Asterio el menor, así como con otras muchas, pero especialmente persiguió a Britomartis de Cortina, una hija de Leto.
Britomartis se ocultó de Minos en las vegas, bajo renuevos de encina de hojas gruesas, y luego, durante nueve meses, él la persiguió por montañas escarpadas y llanuras, hasta que, desesperada, se arrojó al mar, donde la salvaron unos pescadores.
Las numerosas infidelidades de Minos enfurecieron de tal modo a Pasífae que lo hechizó: siempre que se acostaba con una mujer eyaculaba, no semen, sino una multitud de serpiente nocivas, escorpiones y ciempiés que hacían presa en los órganos vitales de ella.

90. Los hijos de Pasífae.
Entre los hijos que tuvo Pasífae con Minos estaban Acacálide, Ariadna, Androgeo, Catreo, Glauco y Fedra. También tuvo a Cidón con Hermes y al libio Amón con Zeus.
Ariadna, amada primeramente por Teseo y luego por Dioniso, dio a luz muchos hijos famosos. Catreo, que sucedió a Minos en el trono, fue muerto en Rodas por su propio hijo. Fedra se casó con Teseo y se hizo famosa por su infortunado amorío con Hipólito, su hijastro. Acacálide fue el primer amor de Apolo; cuando él y su hermana Ártemis fueron para purificarse a Tarra, desde Egialia en el continente, Apolo encontró a Acacálide en la residencia de Carmanor, un pariente materno, y la sedujo.
Cuando Glauco era todavía un niño jugaba un día a la pelota en el palacio de Cnosos, o quizá cazaba un ratón, y de pronto desapareció. Minos y Pasífae lo buscaron por todas partes, pero no pudieron encontrarlo y recurrieron al oráculo de Delfos.

91. Escila y Niso.
Minos fue el primer rey que dominó el mar Mediterráneo, al que libró de piratas, y en Creta gobernó en noventa ciudades. Cuando los atenienses asesinaron a su hijo Androgeo decidió vengarse de ellos y recorrió el Egeo reuniendo barcos y reclutas armados. Algunos isleños accedieron a ayudarle, pero otros se negaron. Sifnos le fue entregada por la princesa Arne, a la que sobornó con oro, pero los dioses la metamorfosearon en una corneja que ama el oro y todas las cosas que brillan.
Entretanto Minos asolaba el istmo de Corinto. Puso sitio a Misa, gobernada por el egipcio Niso, quien tenía una hija llamada Escila.

92. Dédalo y Talos.
La ascendencia de Dédalo es discutible. Algunos llaman a su madre Alcipe, otros Mérope y otros más Ifínoe; y todos le dan un padre diferente, aunque se conviene generalmente en que pertenecía a la casa real de Atenas, la cual pretendía descender de Erecteo.
Uno de sus aprendices, Talos, hijo de su hermana Policaste, o Pérdice, le había superado ya en su habilidad en el oficio cuando sólo tenía doce años de edad. Sucedió que un día Talos encontró el maxilar de una serpiente o, según dicen algunos, el espinazo de un pez, y al ver que podía utilizarlo para cortar un palo por la mitad, lo copió en hierro y así invento la sierra.

93. Catreo y Altémenes.
Catreo, el mayor de los hijos sobrevivientes de Minos, tuvo tres hijas: Aérope, Clímene y Apemósine; y un hijo. Altémenes. Cuando un oráculo predijo que a Catreo le mataría uno de sus
propios hijos, Altémenes y Apemósine, la de los pies ligeros, abandonaron piadosamente Creta, con un gran séquito, con la esperanza de eludir la maldición. Desembarcaron en la isla de Rodas y fundaron la ciudad de Cretenia, a la que llamaron así en honor de su isla natal.
Un día Hermes se enamoró de Apemósine, quien rechazó sus requerimientos y huyó de él. Esa noche la sorprendió cerca de un arroyo. Ella se dio la vuelta otra vez para huir, pero él había tendido cueros resbaladizos en la única senda por la que podía escapar, de modo que Apemósine cayó de bruces y Hermes consiguió poseerla.
Entretanto, Catreo, desconfiando de Aérope y Clímene, las otras dos hermanas, las desterró de Creta, de la que era entonces rey. Aérope, después de haber sido seducida por el pelópida Tiestes, se casó con Plístenes, quien la hizo madre de Agamenón y Menelao; y Clímene se casó con Nauplio, el célebre navegante. Al fin, solo en la ancianidad y, por lo que él sabía, sin heredero de su trono, Catreo fue en busca de Altémenes, a quien quería mucho.

94. Los hijos de Pandión.
Cuando Erecteo, rey de Atenas, fue muerto por Posidón, sus hijos Cécrope, Pandoro, Metión y Orneo disputaron la sucesión; y Juto, cuyo veredicto hizo rey al mayor, Cécrope, tuvo que abandonar apresuradamente el país de Ática.
Cécrope, a quien Metión y Orneo amenazaron con la muerte, huyó primeramente a Megara y luego a Eubea, donde se le unió Pandoro y fundaron una colonia. El trono de Atenas recayó en el hipo de Cécrope, Pandión, cuya madre era Metiadusa, hija de Eupálamo. Pero no gozó del poder durante mucho tiempo, pues aunque murió Metión, sus hijos con Alcipa, o Ifínoe, demostraron ser tan envidiosos como él. Estos hijos se llamaban Dédalo, al que algunos, no obstante, llaman su nieto; Eupálamo, a quien otros llaman su padre; y Sición.
Cuando los hijos de Metión expulsaron a Pandión de Atenas él huyó a la corte del rey Pilas, Pilos o Pilón, un rey lélege de Megara, con cuya hija Pilia se casó. Más tarde Pilas mató a su tío Biante y, dejando que Pandión gobernara en Megara, se refugió en Mesenia, donde fundó la ciudad de Pilos.

95. El nacimiento de Teseo.
La primera esposa de Egeo fue Mélite, hija de Hoples; y la segunda Calcíope, hija de Rexenor; pero ninguna de ellas le dio hijos. Atribuía eso, y las desdichas de sus hermanas Procne y Filomela, a la ira de Afrodita, por lo que introdujo su culto en Atenas y luego fue a consultar con el oráculo de Delfos.
En su viaje de regreso se detuvo en Corinto, y allí Medea le hizo jurar solemnemente que la ampararía contra todos sus enemigos si alguna vez se refugiaba en Atenas, y en cambio se comprometió a procurarle un hijo por arte de magia. Luego hizo una visita a Trecén, adonde sus viejos compañeros Piteo y Trecén, hijos de Pélope, habían ido recientemente desde Pisa para compartir un reino con el rey Ecio
Piteo era el hombre más culto de su época y se cita con frecuencia uno de sus apotegmas morales sobre la amistad.

96. Los trabajos de Teseo.
Teseo salió para librar de bandidos el camino costero que llevaba de Trecén a Atenas. No se proponía intervenir en pendencias, sino vengarse de todos los que se atrevieran a molestarle, ajustando el castigo al delito, como hacía Heracles. En Epidauro le atacó Perifetes el rengo.
Teseo salió para librar de bandidos el camino costero que llevaba de Trecén a Atenas. No se proponía intervenir en pendencias, sino vengarse de todos los que se atrevieran a molestarle, ajustando el castigo al delito, como hacía Heracles. En Epidauro le atacó Perifetes el rengo.

97. Teseo y Medea.
Cuando llegó al Ática, Teseo encontró junto al río Cefiso a los hijos de Fítalo, quienes le purificaron de la sangre que. había derramado, pero especialmente de la de Sinis, su pariente materno. El altar de Zeus Benigno, en el que se realizó esa ceremonia, se alza todavía a la orilla del río.
Ahora bien, mientras Teseo crecía en Trecén, Egeo había mantenido su promesa a Medea. Le dio albergue en Atenas cuando huyó de Corinto en el célebre carro tirado por serpientes aladas y se casó con ella, confiando con razón en que sus hechizos le permitirían engendrar un heredero, pues, todavía no sabía que Etra le había dado a Teseo.
Pero Medea reconoció a Teseo tan pronto como llegó a la ciudad y sintió celos por su Medo, el hijo que había tenido con Egeo, de quien se esperaba generalmente que le sucediera en el trono de Atenas. En consecuencia, convenció a Egeo de que Teseo venía como espía o asesino e hizo que le invitara a un banquete en el templo del Delfín.

98. Teseo en Creta.
Es materia de discusión si Medea persuadió a Egeo para que enviara a Teseo contra el feroz toro blanco de Posidón, o si fue después de la expulsión de Medea de Atenas cuando Teseo emprendió la destrucción de ese monstruo que respiraba fuego, con la esperanza de congraciarse más con los atenienses. Llevado por Heracles desde Creta, dejado en libertad en la llanura de Argos y arrojado desde allí a través del istmo hasta Maratón, el toro había matado a centenares de hombres entre las ciudades de Probalinto y Tricorinto, incluyendo, según dicen algunos a Androgeo, el hijo de Minos.
Cuando se acercaba a Maratón, Teseo había sido recibido hospitalariamente por una solterona vieja y pobre llamada Hecalé, o Hecalene, quien prometió un carnero a Zeus si él volvía ileso.

99. La federalización de Ática.
Cuando Teseo sucedió a su padre Egeo en el trono de Atenas reforzó su soberanía ejecutando a casi todos sus adversarios, con excepción de Palante y el resto de sus cincuenta hijos. Algunos años después dio muerte también a éstos como medida de precaución, y, cuando se le acusó de homicidio ante el tribunal de Apolo el Delfín, alegó el pretexto sin precedentes de «homicidio justificable», lo que le valió la absolución.
Teseo demostró ser un gobernante observante de la ley, e inició la política de federalización, que fue la base del posterior bienestar de Atenas. Hasta entonces Ática había estado dividida en doce comunidades, cada una de las cuales manejaba sus propios asuntos sin consultar al rey de Atenas salvo en momentos de emergencia.
Así se dio a Teseo poder para disolver los gobiernos locales, después de convocar a sus delegados en Atenas, donde les proporcionó una Sala de Consejo y un Tribunal, que todavía existen hoy día. Pero se abstuvo de inmiscuirse en las leyes de la propiedad privada.

100. Teseo y las amazonas.
Algunos dicen que Teseo tomó parte en la afortunada expedición de Heracles contra las Amazonas y recibió como su parte en el botín a su reina Antíope, llamada también Melanipa; pero que este no fue un destino tan desdichado para ella, como pensaban muchos, pues le había entregado la ciudad de Temiscira sobre el río Termodón, en prueba de la pasión que él había encendido ya en su corazón.
Otros dicen que Teseo fue al país de las Amazonas algunos años más tarde, en compañía de Pirítoo y sus camaradas, y que las Amazonas, complacidas por la llegada de tantos guerreros apuestos, no les hicieron resistencia. Antíope salió a recibir a Teseo con regalos, pero tan pronto como subió a bordo de su nave, Teseo ordenó levar, anclas y la raptó.
La hermana de Antíope, Oritia, confundida por algunos con Hipólita, cuyo ceñidor obtuvo Heracles, juró vengarse de Teseo. Concluyó una alianza con los escitas y condujo una gran fuerza de amazonas a través del hielo del Bósforo Cimerio, cruzó el Danubio y pasó por Tracia, Tesalia y Beocia.
Las fuerzas atenienses estaban ya formadas, pero ninguna de las dos partes se decidía a iniciar las hostilidades. Al fin, por consejo de un Oráculo, Teseo sacrificó a Fobo, hijo de Ares, y presentó batalla el día 7 del mes de Boedromión, fecha en que se celebran en Atenas los sacrificios llamados Boedromios; aunque algunos dicen que el festival ya había sido fundado en honor de la victoria que obtuvo Juto contra Eumolpo en el reinado de Erecteo.

101. Fedra e Hipólito.
Después de casarse con Fedra, Teseo envió a su hijo bastardo Hipólito a Piteo, quien lo adoptó como su heredero en el trono de Trecén. Así Hipólito no tenía motivo para disputar el derecho de
sus hermanos legítimos Acamante y Demofonte, hijos de Fedra, a reinar en Atenas.
Hipólito, que había heredado de su madre Antíope la devoción exclusiva a la casta Artemis, erigió un nuevo templo a la diosa en Trecén, no lejos del teatro. Inmediatamente Afrodita decidió castigarle por lo que tomó como un insulto a su persona y se encargó de que cuando Hipólito asistiera a los misterios eleusinos,Fedra se enamorase apasionadamente de él.
Como en ese momento Teseo se hallaba en Tesalia con Pirítoo, o quizás en el Tártaro, Fedra siguió a Hipólito a Trecén.

102. Lapitas y Centauros.
Algunos dicen que el lapita Pirítoo era hijo de Ixión y Día, hija de Deyoneo; otros, que era hijo de Zeus, quien, transformado en caballo semental, corrió alrededor de Día antes de seducirla.
Informes casi increíbles acerca de la fuerza y el valor de Teseo habían llegado a Pirítoo, quien gobernaba a los magnetes, en la desembocadura del río Peneo, y un día resolvió poner a prueba esas cualidades haciendo una incursión en el Ática y llevándose el ganado que pacía en Maratón.


103. Teseo en el Tártaro.
Después de la muerte de Hipodamía, Pirítoo indujo a Teseo, cuya esposa Fedra se había ahorcado recientemente, a hacer una visita a Esparta en su compañía y llevarse a Helena, hermana de Castor y Pólux, los Dioscuros, con quienes ambos deseaban relacionarse mediante el matrimonio.
Una vez que decidieron eso, condujeron un ejército a Lacedemonia; luego, cabalgando al frente de la fuerza principal, se apoderaron de Helena mientras ésta ofrecía un sacrificio en el templo de Ártemis Erguida en Esparta y se alejaron al galope con ella.

104. La muerte de Teseo.
Durante la ausencia de Teseo en el Tártaro, los Dioscuros reunieron un ejército de laconios y arcadios, marcharon contra Atenas y exigieron la devolución de Helena. Cuando los atenienses
negaron que la tuvieran ellos, o que tenían la menor idea de dónde podía estar, los Dioscuros procedieron a saquear el país de Ática, pero los habitantes de Decelía, que desaprobaban la conducta de Teseo, los guiaron a Afidna, donde encontraron y rescataron a su hermana.
Otros dicen que quien reveló el lugar en que se ocultaba Helena fue Academo o Equedemo, un arcadio que había ido al Ática por invitación de Teseo. Los espártanos, ciertamente, le trataron
con gran honor en vida y en sus posteriores invasiones respetaron su pequeña propiedad junto al río Cefiso, a seis estadios de Atenas.

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